Joe Biden, el presidente de la transición

By
Maria Victoria Murillo
November 23, 2020

El sábado fue un día de júbilo en muchas ciudades norteamericanas después de que los medios declararan a Joe Biden ganador de la elección a la presidencia de los Estados Unidos. Si bien Trump aun no aceptó la derrota y continúan los juicios a nivel estatal y las demandas republicanas por recuentos en estados con márgenes escasos, los argumentos son débiles y los estados son demasiados para modificar el resultado. Biden ya habló a la nación como presidente electo y ya podemos hacer un balance de esta elección histórica y del futuro gobierno demócrata.

Esta elección fue un parteaguas en la historia norteamericana porque votaron casi 160 millones de ciudadanos, el porcentaje más alto desde que se estableció el voto universal con la inclusión de las mujeres en 1919, los indígenas en 1924 y los afrodescendientes del sur en 1964. Un 13 por ciento de ese electorado son votantes nuevos y los demócratas tuvieron más apoyo entre esos electores, así como entre los más jóvenes. El récord de participación electoral, pese a la voluntariedad e incluso dificultades para registrarse y votar, es significativo, porque votar es un hábito y este electorado puede retrotraerse o mantener su compromiso con la participación democrática. Por ello, pese a la polarización electoral que ha caracterizado las recientes elecciones presidenciales, esta situación abre una oportunidad para el Partido Demócrata.

La moderación de Biden y su larga experiencia política construyendo coaliciones permitieron una victoria que, si bien no fue la anticipada por las encuestas, le permitieron recuperar la "pared azul" del medio oeste y competir con Trump por votantes menos educados, sindicalizados, militares, independientes y suburbanos. El resultado parecería ser un margen en el voto popular del 3 por ciento, que sería de los más grandes en elecciones recientes y el mayor porcentaje de votos de un desafiante a un presidente buscando su reelección desde 1932.

En una elección donde, según las encuestas, tres cuartos de los votantes votan por temas específicos y un cuarto por la personalidad del candidato, Biden usó su empatía y moderación para atraer a los votantes que no estaban ya movilizados por el miedo a Trump o a su agenda. La gran coalición que pudo construir, sin embargo, es defensiva y constituida en contradicción con Trump. Las piezas de esta coalición emergen con la "resistencia" que surge tras la elección de Trump en 2016, donde las mujeres tienen un papel fundamental, y que va incorporando nuevas agendas como el cambio climático y la igualdad racial, clave junto con el Covid-19 entre las principales preocupaciones de los votantes de Biden. Biden abrazó estos temas en su plataforma y en su discurso mientras prometía ser el candidato de la transición.

Esta transición hacia una nueva generación de políticos y políticas del Partido Demócrata requiere de un nuevo mensaje unificador que aún no se ha logrado. Su campaña se centró en su carácter y no sobre políticas públicas, aunque había diferencias dramáticas entre las agendas de ambos candidatos. El carácter de Biden, presentado como empático y decente, unificaba frente a Trump, quien se encargó de movilizar a los votantes más ideológicos del Partido Demócrata sin que tuviera que hacerlo el mismo Biden, facilitándole de ese modo su estrategia de coalición.

Como toda transición, el punto de llegada no es claro, y dependerá de la articulación entre las distintas facciones de la coalición demócrata. Para entender ese futuro será clave prestar atención al medio oeste, al que Biden le debe el resultado final, y a los afroamericanos, que explican la competencia cerrada en Georgia y Carolina del Norte. Pero también será importante enfocarse en los contrastes. Por ejemplo, en Florida, donde el voto latino de Miami-Dade le dio la victoria a Trump, ganó la propuesta electoral de subir el salario mínimo, mientras que en California, donde Biden obtuvo dos tercios de los votos, perdieron las propuestas de darles derechos laborales a los choferes de servicios como Uber y aumentar la oferta de alquileres baratos y ganó la prohibición de la acción afirmativa.

Estas tensiones en el electorado que dividen incluso a los votantes demócratas son importantes, especialmente porque la economía volverá a pesar más cuando pase la pandemia y los votantes preocupados por la economía prefirieron a Trump sobre Biden. La diversidad de intereses va a hacer más compleja la búsqueda de un mensaje proactivo y no defensivo que sea inclusivo para toda la coalición.

¿Qué podría hacer Biden para avanzar en esa transición? Podría empezar por la expansión del seguro de salud, que no solo ha sido una demanda demócrata histórica, pese a la discusión en la forma de hacerlo, sino que también se vuelve más urgente por la pandemia, cuyos números crecen mientras el país se consume en la angustia electoral. Sin embargo, el Partido Republicano controla la Corte Suprema y es posible que continúe controlando el Senado (dependiendo del resultado de elecciones extraordinarias en Georgia). Ambas instituciones son contramayoritarias y con poder de veto, con lo que harán más difícil seguir esta ruta. De hecho, la Corte Suprema tendrá una audiencia sobre el Obamacare (la expansión del seguro de salud adoptada por el presidente Obama) la próxima semana. Varios estados también han resistido la expansión que significó el Obamacare y tampoco cambió la distribución de poder en las legislaturas estaduales, controladas mayoritariamente por los republicanos (y que además definirán la conformación de los distritos electorales que se decide cada 10 años).

La moderación y la capacidad de negociación de Biden (quien toda su vida fue político y buscó consensos) fueron útiles para construir su coalición y tal vez puedan ayudarlo con el Congreso. Sin embargo, si los senadores republicanos siguen más preocupados por las elecciones primarias que por la elección general, ya que muchos estados no son competitivos, es probable que lo obstruyan como hicieron con Obama. En ese caso, Biden debería recurrir a los poderes del Ejecutivo para empujar una agenda proactiva que le permita ganar las elecciones de medio tiempo. Puede usar decretos, por ejemplo, para reactivar el popular programa de reconocimiento de residencia a los jóvenes inmigrantes que trabajan, estudian o sirven en el Ejército, conocido como DACA. Puede usar al Departamento de Justicia para avanzar en temas de reforma policial. Puede usar regulaciones sobre medio ambiente y condiciones de trabajo y puede apoyarse en la política exterior, que es mayormente potestad presidencial, por ejemplo, volviendo al Acuerdo de París. Y, por supuesto, tendrá que organizar la respuesta a la pandemia y el proceso de vacunación, que no será tarea sencilla. Todo esto sin perder el foco en la economía y el empleo, que serán decisivos en dos años, incluyendo la discusión del estímulo fiscal que quedó frenada durante la campaña electoral.

Sin embargo, para generar un mensaje proactivo, Biden deberá tanto enfrentar las crisis domésticas y volver a una política más calma como transformarse en el líder del Partido Demócrata que proponga no solamente "reconstruir mejor" (su eslogan de campaña), sino también construir un nuevo futuro. Dicho futuro tiene que incluir las esperanzas de una coalición heterogénea que le permita una transición a la siguiente generación de políticos y políticas demócratas, los que tendrán la tarea de buscar la construcción de dicho futuro.

Este articulo originalmente fue publicado para La Nación, disponible acá.